El periódico.com realiza un análisis sobre el elevado riesgo de exclusión de los mas vulnerables frente a la transformación digital de la Banca.

La banca digital eleva el riesgo de exclusión de los más vulnerables.

Los expertos alertan del peligro de dejar fuera del sistema a ancianos, pobres y discapacitados.

La baja formación económica también puede provocar un endeudamiento excesivo en los jóvenes.

Una de las consecuencias más nefastas de la crisis para la España rural ha sido la desaparición de miles de oficinas y cajeros, que han dejado al 52,2% de los municipios y el 2,9% de la población sin acceso a una sucursal. La banca digital ha sido presentada como la gran panacea para resolver estos problemas de exclusión financiera gracias a la posibilidad que ofrece de proveer los servicios de forma remota. Pero si bien es cierto que puede ayudar en buena medida a solventar el problema, los expertos advierten de que también aumenta el riesgo de dejar fuera del sistema a los colectivos más vulnerables, como las personas mayores, las de rentas más bajas y los discapacitados.

En un informe sobre digitalización y educación financiera que elaboró para el G-20 hace un año, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ya subrayó el riesgo de que surjan «nuevos tipos de exclusión de ciertos grupos de la población», particularmente «los mayores y aquellos con bajos ingresos». La institución señaló que estos colectivos podrían verse perjudicados por tres tipos de situaciones: porque no puedan permitirse económicamente usar un móvil o un ordenador para acceder a los servicios financieros digitales; porque se autoexcluyan debido a su bajo nivel de conocimientos tecnológicos y financieros o su escasa familiaridad con los nuevos productos y empresas; y porque las entidades financieras o de seguros rechacen sus solicitudes o les impongan un sobreprecio por un «inapropiado o excesivo» uso de los datos para decidir si las aceptan o a causa de «correlaciones incorrectas o erróneas hechas sin interpretación humana» por parte de los algoritmos. 

En un encuentro internacional sobre educación financiera celebrado en la sede del BBVA en Madrid hace un mes, Flore-Anne Messy, jefa de la división de asuntos financieros de la OCDE, admitió que el uso de los datos es en parte positivo porque permite a las entidades conocer mejor los riesgos que asumen con sus clientes. «Pero al mismo tiempo, significa que algunos consumidores no tendrán acceso al crédito o a los seguros, o tendrán acceso a ellos a un precio muy, muy alto porque suponen un riesgo elevado. Es especialmente un problema en los seguros de salud o de vida. Personas con problemas de salud tendrán dificultades para conseguir un seguro adecuado. No es un solo un asunto financiero, sino ético y social», advirtió.

Límites

El Banco de España también ha alertado en los últimos años del riesgo de que se produzcan «prácticas discriminatorias en contra de determinados grupos de consumidores, normalmente los más vulnerables, y el riesgo de exclusión financiera vinculado a la carencia de competencias digitales». Por ello, ha reclamado a las entidades que sean transparentes en el diseño de sus productos y la información que facilitan, y al tiempo «incentiven» la formación financiera de sus usuarios. Fernando Tejada, director del departamento de conducta de mercado y reclamaciones del supervisor, se ha mostrado particularmente preocupado por la posible exclusión de «colectivos como los mayores o las personas con capacidades distintas, reducidas o limitadas«.

«En el sector financiero se habla mucho de digitalización para acelerar procesos y bajar los costes, pero muy poco de educación financiera. Y lo que puede pasar es que acelere estos malos procesos que ya se están dando, sobre todo en las personas más expuestas, que son las menos informadas. El primero y más importante objetivo de la digitalización debería ser la educación financiera, porque si no todos terminarán perdiendo: el sistema financiero, los clientes y la economía. Lo ideal sería casi como tener un carnet de conducir: tu no puedes tener acceso a un crédito si antes no has probado capacidad para manejarlo», abundó Rolando Arellano, un prestigioso consultor peruano, en las jornadas organizadas por el BBVA.

La información disponible, por otra parte, constata los límites que encuentra la digitalización para solventar los crecientes problemas de exclusión financiera en España. Según la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas), solo el 40% de los clientes bancarios aceptaría usar solamente canales digitales para contratar productos y servicios y solo el 24% se cambiaría a un banco exclusivamente digital. Por el lado de la oferta también hay margen de mejora: los directivos del sector dan una nota de 5,5 sobre 10 al grado de digitalización de las entidades españolas. Además, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 87,3% de los españoles navega por internet, pero ese porcentaje baja al 52,9% en los mayores de 65 años, al 57,1% entre quienes solo cuentan con estudios de primaria, el 31,4% en los que no completaron el primer ciclo de la educación, y el 76,8% en los que ganan menos de 900 euros al mes. 

Más educación

Otro foco de preocupación de los expertos, aunque por razones opuestas, son los jóvenes. La OCDE ha señalado el riesgo de que la digitalización provoque un «sobrendeudamiento» en los colectivos más vulnerables, particularmente los de menor edad, por iniciativas como los créditos preconcedidos o los préstamos rápidos. El Banco de España también ha mostrado su preocupación por la «sobreconfianza» que pueden provocar en los jóvenes, acostumbrados a actuar en el mundo digital, los «dispositivos y aplicaciones amables». Otros riesgos destacados por los expertos son los fraudes y el cibercrimen, el uso indebido de los datos por la facilidad con que damos consentimiento a que se acceda a ellos, la complejidad de productos vendidos como sencillos, y la inmediatez de las contrataciones sin haberlas meditado lo suficiente y sin que haya mecanismos para revocarlas.

Frente a todos estos riesgos, la principal palanca de defensa de los consumidores es la educación financiera. Así lo considera la OCDE, que lamenta que «sigue siendo baja en la mayoría de los países y la situación mejore muy lentamente», según apuntó Messy. «En la mayoría de los países ha habido poca adaptación de los marcos de protección del consumidor y de educación financiera», a la nueva realidad de la digitalización, advirtió. El Banco Central Europeo (BCE) también ha alertado de la escasa cultura financiera en el continente. «Si las decisiones financieras no se adoptan con todas estas competencias que el ciudadano debe ser capaz de manejar, esta inclusión financiera puede ser más ficticia que real», ha acertado a resumir José María López, responsable de RSC de Unicaja Banco. En España todavía hay mucho que mejorar, pese a los esfuerzos realizados en los últimos años por el Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y patronales como la AEB y la CECA. Según un estudio mundial de hace unos años de Standard & Poor’s, solo el 49% de los españoles tiene una cultura financiera mínima. «La falta de conocimientos financieros resulta particularmente elevada entre los más jóvenes y entre los mayores de 65 años», advirtió el gobernador, Pablo Hernández de Cos, hace unas semanas. El próximo 7 de octubre se celebra el día de la educación financiera, que este año estará centrado precisamente en la digitalización: toda una prueba de la creciente importancia que tiene como fuente de oportunidades y riesgos.

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