La exclusión de mujeres del sistema financiero ha sido históricamente superior a la de los hombres.

Women in Connection es un grupo de mujeres líderes que trabajan por la equidad de género, el empoderamiento de la mujer y el bienestar económico y social del país.

Margarita Correa Henao
Presidenta de la junta directiva de Bancamía y miembro de Women in Connection.

Las cifras del último reporte de inclusión financiera publicado por la Banca de las Oportunidades y la Superfinanciera muestran un importante avance: hemos llegado a 85,9 por ciento de los adultos colombianos con algún producto financiero, especialmente de ahorros. Este indicador ha tenido mejoras constantes por más de 10 años (en 2010 era 62 por ciento). Destacamos que en la época de la crisis de la covid-19 se ha conseguido un incremento mayor de lo que veníamos observando en años anteriores, crecimiento explicado por el esfuerzo del Gobierno Nacional por llevar ayudas a muchas personas, mayoritariamente mujeres, que hasta ese momento no tenían ningún contacto con productos y servicios financieros. Según cifras de Planeación Nacional y Banca de las Oportunidades, se estima que Ingreso Solidario facilitó que cerca de 759.000 colombianos reactivaran o abrieran algún producto de depósito.

Esto nos permite evidenciar que la inclusión financiera, un mecanismo muy efectivo de inclusión social para hacer visibles a las personas vulnerables antes excluidas, nos lleva a plantearnos nuevos retos futuros para este segmento de población, en su productividad y sostenibilidad. Hoy tenemos, además, avances en una población que, gracias a la ayuda solidaria, entendió el modelo digital, apropiándose cada vez más de la tecnología.

La exclusión de las mujeres del sistema financiero tradicional es históricamente superior a la de los hombres debido a condiciones sociales, políticas, económicas y culturales, como el acceso a la propiedad, su nivel educativo, actividades encomendadas por su naturaleza como el cuidado de la familia, entre otros. Estas condiciones, en muchos casos, han llevado a la mujer a la informalidad del trabajo, patrones que han marcado su exclusión y la generación de riqueza equitativa.

Como consecuencia de la pandemia, se han profundizado aún más las brechas de género. En el caso de las microempresarias, además de enfrentar la crisis, sus micronegocios están siendo influenciados por la economía del cuidado —ya que los niños no van a las escuelas, y atender a los enfermos es una responsabilidad exclusiva en muchos casos para las mujeres—; todo esto atado a la baja productividad de actividades altamente feminizadas como restaurantes, peluquerías, confecciones, entre otras.

Hoy estas condiciones son más visibles y nos retan a construir ofertas de valor para que las mujeres entiendan sus realidades y necesidades, que trasciendan al crédito que les permita el acceso y uso a través de la educación financiera, programas formativos que atiendan la problemática del tiempo de las mujeres, su autopercepción y proyección en aras de generar bienestar en ellas a través de la autonomía y, por esta vía, el incremento de productividad de sus negocios; todo esto acompañado de un esfuerzo que contribuya al cierre de brecha digital que hoy padecen las mujeres, especialmente del campo colombiano.

Hablando de inclusión desde el punto de vista del acceso, el principal reto es cerrar brechas entre zonas urbanas y rurales. Si bien el 85,9 por ciento de los adultos colombianos tenían un producto de depósito o crédito en el sistema financiero, en el primer semestre de 2020, este indicador era de 94,1 por ciento en ciudades y aglomeraciones y de 63,8 por ciento en zonas rurales.

Así las cosas, la inclusión financiera es la suma de varias acciones, productos de calidad de acuerdo con las necesidades de la población, la productividad del microempresario, la educación financiera, servicios tecnológicos a través de redes especializadas y seguridad para acceso con inclusión y equidad.

Nunca será redundante todo lo que podamos hacer para una verdadera inclusión, rompiendo las inequidades que se profundizaron durante 2020, y crear políticas que favorezcan la inclusión financiera con calidad y de una manera sostenible.

Articulo completo en: EL TIEMPO